viernes, 29 de noviembre de 2013

“Margarita, está linda la mar”. 
Análisis desde la Teoría Narratológica del estructuralismo francés.

De acuerdo con Roland Barthes: Interpretar un texto no es darle sentido (…) sino por el contrario apreciar el plural de que está hecho….

Este planteamiento cabe perfectamente al asumir la tarea de análisis de un texto como Margarita, está linda la mar, en el cual Sergio Ramírez, mediante la elaboración de complejas redes semánticas, logra configurar dos épocas importantes para el imaginario cultural y político nicaragüense.

En efecto, Ramírez logra establecer paralelismos y correspondencias entre ciertos hechos ocurridos en la sociedad leonesa - metonimia de la nicaragüense- de principios y mediados de siglo XX, los que han quedado grabados en la mentalidad nacional. Estos períodos corresponden a los dos últimos viajes de Darío en 1907 y 1916 (su regreso triunfal y posteriormente su muerte) y el ajusticiamiento del dictador Anastasio Somoza García a manos de Rigoberto López Pérez en 1956.

La narración de ambas historias se efectúa paralelamente. Para esto el autor utiliza principalmente dos voces narrativas en la novela: la primera que abre la novela es la que narra toda la intriga del asesinato de Somoza, historia que sirve de marco para la entrada de un segundo narrador, quien, a partir de unos apuntes, relata los acontecimientos de inicios de siglo.

Retomando la teoría de Genette, podemos señalar que con respecto al primer narrador hay una relación heterodiegética entre la voz narrativa y la historia de Somoza, sus allegados, la planificación y ejecución de su asesinato y, a la vez, esta voz se sitúa en un nivel extradiegético puesto que en todo momento está ausente de la historia. Este narrador conoce todos los hilos de la trama y de los personajes, y se permite incluso entrar en diálogo con el lector, pasando de una tercera a una primera persona, para llevarlo de la mano de un tiempo a otro tiempo histórico: 
“Así que mientras el Capitán Prío no descuida a La Caimana, permítanme que yo haga volar las hojas del calendario en raudo torbellino…de manera que no nos retrasemos en llegar a la noche del 7 de abril de 1908,…”

En cambio, la historia de Darío se nos presenta a través de un narrador también extradiegético (El personaje de Rigoberto López Pérez) respecto a la historia que narra, pero sí es un personaje más de la novela por tanto su relación es homodiegética: 
- Es necesario que me aclarés si Rubén se daba el lujo de andar en primera en los barcos, o no-le dice entonces Norberto-. Ahora me lo estás poniendo en camarote de segunda, como cualquiera./-Son datos nuevos que van apareciendo- le responde Rigoberto. / -Datos que van apareciendo en tu cabeza- le dice Erwin…

Este narrador personaje lee y discute sus apuntes con los demás contertulios de la “mesa maldita”, quienes funcionan como los primeros narratarios de esta historia (los lectores de la novela seríamos el otro tipo de narratario). En este espacio dialógico se genera la narración de las supuestas evidencias recogidas por Rigoberto acerca de las dos últimas estadías de Darío en León, pero además comentan otras historias anteriores de los personajes que intervienen en el tiempo en que se cuentan las acciones.

Ambos narradores utilizan la analepsis como el principal mecanismo narrativo, sobre todo las externas, pues la evocación de los episodios anteriores tienen una amplitud exterior a la del relato primario: los elementos biográficos de Somoza, de La Caimana, de Cordelio Selva  o del mismo Quirón, para ilustrar con algunos ejemplos.

Retomando el espacio dialógico, podemos ver que en estas tertulias se van develando mitos e historias populares sobre vivencias del poeta acaecidas durante 1907 y 1916, así como rasgos de su personalidad y carácter.  Ramírez al configurar al personaje de Rubén, por un lado presenta la parte humana de una figura casi mítica para los nicaragüenses; pero, por otro lado, mediante la ironía y la hiperbolización de  los defectos logra una imagen casi esperpéntica del poeta. Por ejemplo, después de haber asistido a un acto en su honor y ya ebrio se presenta la siguiente escena en una habitación de la casa Prío en la cual se encuentra junto a Eulalia: 
“Rubén abre los brazos con un gesto de fastidio, y al resbalar la sábana se descubren sus piernas escuálidas y la redondez tensa del vientre. Entonces Eulalia ríe, descontrolada, ante aquella fealdad vulgar que el pelo y la barba revueltas, la cara hinchada por el golpe, el ojo encendido, acusan más…”

No sólo el narrador utiliza la ironía para desmitificar la figura de Darío sino también los mismos personajes, véase como ejemplo la conversación que se da a bordo de La Salvadorita: - ¡Rubén Darío! ¿Qué iba a saber yo que eras vos, viéndote tan chiquito? ¡Semejante gigante!-dijo Jorge Negrete / ¡Usted lo sabía perfectamente, déjese de perfidias!-le dijo el doctor Baltasar Cisne. / De saberlo, jamás me hubiera atrevido a ofrecerle trago-dijo Jorge Negrete -. Quién quita y agarra de nuevo una de aquellas papalinas de Paris, cuando amanecía dormido en las aceras de los majestuosos bulevares.

Pero, además, el procedimiento de la configuración esperpéntica es aplicado a muchos otros personajes de la novela como Salvadora, La Caimana, Rafa Parrales, el Doctor Baltasar Cisne, Somoza y sus allegados, etc. Véanse como ejemplo las siguientes líneas en que se habla de Somoza y de la primera dama, respectivamente:
“Y la vieja herida que el Coronel Lira no quería que nadie viera, el ojal pudibundo por donde expulsa en una bolsa de hule, adherida con esparadrapos a la piel, lo que queda de los banquetes de gala y las comilonas campestres.” “Una muñeca vieja, diría el orfebre Segismundo. Se viste con tan sobrecargado lujo, rayano en la insolencia…capitanea lo que se conoce como “gusto de mujer de guardia”…”

Hablando de los personajes o actantes de la novela, es posible reconocer entre ellos las correspondencias semánticas o paralelismos mencionados al inicio de este ensayo.  Básicamente y siguiendo a Greimás, se pueden establecer relaciones binarias entre la serie de actantes, teniendo cada uno una función definida en el desarrollo de la diégesis.  

Primeramente, la figura de héroe está definida en los personajes de Darío y Rigoberto, quienes son elevados, en la mentalidad nicaragüense, a esta categoría por el papel desempeñado en los hechos culturales y políticos del país. Ambos son prácticamente sacrificados por el deseo de fama (el sabio Debayle apresura la muerte de Darío ya que está ansioso por estudiar su cerebro y compararlo con el de Víctor Hugo) y de poder (Rigoberto mata a Somoza, pero se sacrifica él mismo para acabar con la dictadura impuesta por este) de los personajes en función de oponentes; las figuras del sabio Debayle y de Somoza García, respectivamente. Es claro pues el paralelismo entre Rubén y Rigoberto y entre el sabio Debayle y Somoza (quienes además resultan emparentados como suegro y yerno). Sergio Ramírez no hace más que rescatar y ficcionalizar este pensamiento del saber colectivo.

Los demás actantes funcionan ya sea como ayudantes u oponentes de estas figuras. Así por ejemplo, los miembros de la mesa maldita son oponentes de Somoza y participan, en menor o mayor grado, en la planificación y ejecución del asesinato efectuado por Rigoberto. Lo mismo se puede decir de los personajes adeptos a Somoza como La Caimana, Caradepiedra Diomedes Baldelomar, los miembros de la cuadrilla de Somoza, quienes movidos por interés, temor u otros motivos son capaces de cualquier barbarie contra cualquier detractor del dictador. Recuérdese que La Caimana tenía “el poder” de denunciar, Caradepiedra es capaz de arrestar a su propia “madre”, las intrigas entre coroneles, capitanes y demás miembros de la GN.

También existen en la obra, otros tipos de correspondencia entre los actantes. Dualidades como lo femenino/masculino se puede apreciar en los personajes de La Caimana y Rafa Parrales, ambos empeñados en querer ser del sexo contrario. Los dos son detenidos y amarrados después de los disparos y ambos estuvieron en contacto con Rigoberto el mismo día de la ejecución del plan de asesinato.  Otro tipo de dualidad riqueza/pobreza en las historias de Salvadora Debayle y La Caimana, quienes se entrecruzan siendo muy niñas: presumida y parlanchina la primera; sufrida y silenciosa la segunda.

El personaje de Quirón se nos presenta como un elemento de conexión en toda la trama. Quirón subido al frontispicio de la catedral observa al igual que el Capitán Prío todo lo que está sucediendo, pero más que eso: escucha y asiste a los principales eventos de las historias. Él participa de los dos momentos históricos y desempeña un rol fundamental al ser quien recupera para la historia los elementos que simbolizan la gloria y valentía de la Nación: el cerebro de Darío y los testículos de Rigoberto. Sergio Ramírez,  mediante el procedimiento de la metonimia, lleva a un grado tal de abstracción histórica que, al final de la novela, podríamos concluir que quedan convertidos en símbolos. Incluso, los testículos son comparados con los de Sandino: 
Al ver aquel portento, el sabio Debayle le solicitó a Sandino autorización para publicar un opúsculo, haciendo la descripción anatómica del portento. Quería tomarles la medida, sopesarlos. Pero el héroe se negó. Quirón presenció la consulta.

Antes de mencionar los testículos de Sandino, este símbolo se había manifestado en este diálogo entre el orfebre Segismundo y Norberto, cuando este último solicita su ayuda para forjar la bala de plata envenenada: 
Orfebre: …Este es un país de eunucos. Se engorda más fácil cuando no se tiene testículos. / Norberto: ¿Y si le digo que los testículos también existen? 
Y posteriormente Norberto le pregunta al orfebre: 
¿Usted estaría dispuesto a ayudar a que los huevos del ave fénix resurjan de las cenizas?

Además podemos añadir respecto a Quirón que se presenta como un personaje marginal desde su nacimiento en una letrina y su servidumbre en la casa Debayle, pero es un punto de unión entre Rubén y Rigoberto: Rubén es casi como su padre pues al enseñarle a leer y trasladarle el numen siendo muy pequeño abre para él un nuevo mundo en el que Quirón se sumerge: el de la literatura. Posteriormente Quirón, ya mayor, fue maestro de Rigoberto quien además de periodista era poeta.

Otro tipo de paralelismo, lo apreciamos en el espacio de la plaza pública en la que son recibidos tanto Darío en su regreso glorioso de 1907 y Somoza en 1956, quien se presenta a una convención donde quedará nuevamente postulado para su reelección. En ambos eventos y como otro elemento de unidad encontramos a Salvadora Debayle, quien ya como esposa de Somoza recuerda los versos  que Darío escribió tanto a ella como a su hermana Margarita en sus respectivos abanicos de niñas.

La ironía como técnica narrativa la podemos observar también en el tratamiento del tema de los mitos en la novela. Ya hemos visto como, usando este procedimiento, se trata de desmitificar uno de los mitos en la cultura nacional: el personaje de Darío. Pero además  en los sobrenombres de algunos personajes se alude a figuras populares convertidas en mitos modernos así como a mitos de la antigüedad clásica. Entre las figuras modernas convertidas en mitos populares encontramos la de cantantes como Bienvenido Granda (Rigoberto), Jorge Negrete, María Félix o los Churumbeles de España y entre los mitos clásicos El León de Nemea, Quirón; nombres de objetos como El Pegaso Viajero o La Reina Mab. También nombres alusivos al cristianismo como La Rosa Niña,  La Mora Zela, el santo Mardoqueo, la Luz Terrenal o Nuestra Señora de los Campos.

La presencia del mito referido al destino y la muerte también se percibe en la presencia de Marte, en el discurso de Cordelio Selva disfrazado de pastor protestante: 
¡Marte, heraldo de tribulaciones!... ¡El planeta funesto se acerca en su visita de cada veinte años, desde que se le vio por primera vez en los tiempos de Sarón, Rey de Asiria!  O en la alusión a las hermanas zurcidoras, las Parcas o Moiras: Se ira Somoza sin chaleco antibalas a la fiesta, así lo ha tramado una de las hermanas que se divierte con las sorpresas. Ojerosa y macilenta, corta ese hilo de la urdimbre con el filo de sus dientes porque el ruido de las tijeras herrumbradas no llame la atención de las otras que canturrean, mientras zurcen en la oscurana. Pero esas otras dos se han concertado desde antes para jugarle una mala pasada a la bromista, de este modo suelen divertirse entre ellas las hijas de la noche…

Hemos hablado de la ironía como técnica narrativa, pero también hay que hacer alusión a lo carnavalesco. Uno de los teóricos a este respecto es Mijaíl Bajtín, quien explica: “…durante el carnaval es la vida misma la se que interpreta, y durante cierto tiempo el juego se transforma en vida real. Esta es la naturaleza específica del carnaval, su modo particular de existencia.……………………………………………………………………………………………………….El carnaval es la segunda vida del pueblo, basada en el principio de la risa. Es su vida festiva. La fiesta es el rasgo fundamental de todas las formas de ritos…”[1]

En Margarita, está linda la mar hay un despliegue de esta técnica. Los mismos sobrenombres que adoptan los personajes nos ilustra este recurso (Caradepiedra, La Caimana, La Maligna, La Rosa Niña, entre muchos más) o las innumerables escenas que se encuentran  a lo largo y ancho de toda la obra, baste para ejemplificar: la pelea por el cerebro de Darío, el diálogo entre los personajes a bordo de La Salvadorita, las aventuras de los conspiradores en el Salvador, el mismo momento del asesinato de Somoza que se produce precisamente en un baile, etc. 

Antes de iniciar el baile, se cree que ya ha pasado el peligro al ser capturado Cordelio Selva y hay un relajamiento de las normas. Todos pueden ingresar masivamente sin tarjeta de invitación y sin ser registrados. Se baila música popular, lo que el narrador va intercalando con el avance de los sucesos:

 …y sin dejar de sonreír a la muchacha que baila fijándose en el trabajo de sus propios pies mientras masca chicle muchacha quien te rompió tu mucurita de barro, la toma del talle invitándola a ladear el torso como el mismo lo hace, se vuelve en un giro que lo deja de cara a la mesa de honor y eleva las manos como si agitara dos maracas. San Pedro que me ayudo pa' que me hiciste llamarlo, las baja y las lleva al pecho, se arrodilla abriendo las piernas la múcura esta en el suelo mama no puedo con ella, y es Moralitos el que se adelanta asustado, lo ha visto meter la mano bajo el saco es que no puedo con ella, el pequeño revolver ya de pronto apuntando, el animalito negro que va a morder tu mucurita de barro, un vomito encendido, zarpazos deslumbrantes… 
Este tipo de procedimiento en el que intercala en la narración la letra de una canción tropical: La múcura, es un recurso más de lo carnavalesco de la obra.

También resulta interesante este momento del asesinato, por la construcción increscendo de la trama. Este momento es el de mayor clímax en la novela y, sin embargo, abarca unas pocas líneas. Al contrario, de la durabilidad de la narración primera que abarca los sucesos de todo un día, iniciándose desde la llegada de Somoza a León. Ya hemos dicho antes que en esta narración primera se intercala la narración de las últimas estancias de Darío en León, los demás acontecimientos que desembocan en el asesinato de Somoza y acontecimientos posteriores a ésta.

Para finalizar cabe señalar que en Margarita, está linda la mar de Sergio Ramírez se pueden señalar muchas relaciones transtextuales. Recordando la teoría expuesta por Gerard Genette en Palimpsestos: la literatura en segundo grado (1962), en la que define la transtextualidad o trascendencia textual del texto como “todo lo que lo pone en relación, manifiesta o secreta, con otros textos.”  Vemos que en la novela abundan las referencias a discursos de la mitología clásica como el de las Moiras o en el mismo epígrafe que transcribe un fragmento de “Las aves” de Aristófanes; el cual funciona como Paratexto, según la teoría mencionada.

El otro tipo de Paratexto lo encontramos en el título de la novela y los títulos de los capítulos; todos extraídos de poemas darianos. Se pueden establecer correspondencias semánticas entre estos títulos y el contenido del capítulo, pero eso sería otro estudio más profundo. Por el momento, baste señalar un ejemplo en el capítulo siete de la segunda parte, titulado “Que púberes canéforas te brinden al acanto” en el que aparecen niñas disfrazadas  de canéforas, princesas, etc. La misma imagen, aunque invertida, se produce en el prostíbulo que dirige La Caimana, donde instada por Somoza se viste a las niñas prostitutas en jardineras. También relaciono el título con el cortejo fúnebre de Rubén y el último adiós en el que se le rinden honores o la entrega, aunque sin gloria, de Cordelio Selva. 

En el transcurso de la narración se encuentran textos en relación intertextual de cita directa, pues hay textos íntegros como la carta escrita por Rigoberto a su madre o fragmentos como el que recita el dueño de la sorbetería donde el doctor Baltasar Cisne acompañado de Rigoberto rescata la estatua de Rubén:
 ¿Recuerdas que querías ser una Margarita Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está, cuando cenamos juntos, en la primera cita, en una noche alegre que nunca volverá… 

Así como los versos que Darío escribe en el abanico de Salvadora Debayle en su abanico de niña:
                                   La perla nueva, la frase escrita,
                                   Por la celeste luz infinita,
Darán un día su resplandor;
¡Ay, Salvadora, Salvadorita,
No mates nunca tu ruiseñor!





BIBLIOGRAFIA
Ramírez, Sergio. Margarita, está linda la mar. Madrid, España. Alfaguara, 1998.
Gómez Redondo, Fernando. Manual de Crítica Literaria Contemporánea. Madrid, España. Castalia, 2008.
Genette: El discurso de la narración. (Compilado por Dr. Jorge Alberto Pérez)
Genette, Gerard. Palimpsestos: la literatura en segundo grado. 1962




[1] M. Bajtin. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El contexto de François Rabelais  Marxists Internet Archive, diciembre de 2001